En mi anterior artículo hablaba de las limitaciones de la Administración o Dirección por Objetivo (APO) y el arduo proceso del establecimiento de un presupuesto anual, que consume mucho tiempo y energía de las personas que forman tu organización.
He recibido algunos feeback con relación a ese artículo. Y en concreto ha habido una persona que me ha dicho que poner en entredicho la efectividad de un sistema tan extendido y usado por la gran mayoría de empresas no parece una actitud prudente por mí parte, y menos todavía cuando no ofrezco ninguna alternativa que sea mejor, o lo parezca.
¡Que no cunda el pánico!
En primer lugar, el que un sistema sea el prevaleciente no significa que sea inmejorable o no pueda ponerse bajo el foco de un análisis crítico. Así es como ha avanzado la humanidad a lo largo de su evolución social. Un sistema establecido se cambia por otro que responde mejor a las exigencias de nuevos tiempos. Aun así, entiendo que al común de los mortales nos cuesta cambiar y solemos resistirnos a los nuevos paradigmas. ¡Es humano!
En segundo lugar, efectivamente, mi lector tiene razón. Al criticar algo, es muy conveniente ofrecer opciones de mejora. Así que allá va mi primera invitación de cambio de paradigma:
Gestiona adecuadamente tus temores sobre el verdadero potencial de tus colaboradores.
En el proceso de la aprobación de los presupuestos anuales nos movemos bajo la presión de que hay que llegar al X% de crecimiento que ha fijado la Dirección General. En lugar de eso, te propongo que sean los colaboradores quienes fijen sus objetivos y que aceptemos de verdad el resultado que salga de ese ejercicio.
Sí, lo sé, es arriesgado. Pero vale la pena experimentarlo. Te invito a que levantes la vista y mires el horizonte a medio y largo plazo. ¡Intentemos ver el fin en el principio!
Cuando estás en un puesto directivo, tienes miedo a que tus colaboradores se pongan metas bajas y que no lleguen a “cuadrar los números”. Es normal. Es porque no tienes confianza en su verdadero potencial. Y probablemente ellos tampoco la tengan.
Como seguramente sabrás, uno de los motivadores más poderosos que tenemos los seres humanos es la capacidad de autonomía. Cuando una persona se siente al mando de sus decisiones, todo cambia de perspectiva. Una cosa es un avión en tierra y otra muy diferente un avión navegando por el aire. Podemos utilizar un avión como medio de transporte terrestre; pero estaremos quitándole su verdadero potencial.
En este sentido, en lugar de focalizar a tus colaboradores en varios indicadores con un porcentaje de crecimiento precocinado, imagina por un momento que les dejas que “jueguen” con todos los indicadores a su alcance, y que les das la libertad a que se proyecten en un horizonte temporal, que piensen qué les gustaría hacer, qué les mueve, qué les apasiona, qué pueden aportar a la organización… Invítales a que piensen en su último potencial. Hasta dónde creen que pueden llegar. Y déjales que trabajen y que te propongan sus objetivos y sus crecimientos, sin nada precocinado, sin la presión del X%.
Generar esa confianza hará que tu equipo se plantee crecer en ámbitos que no os habíais planteado y abrirá nuevas oportunidades de desarrollo y generación de negocio que no hubierais conseguido pensando solo en el X%.
Las estadísticas dicen que el promedio del crecimiento marginal de muchas organizaciones es de un 5% anual (es el X%). Esto ocurre porque focalizamos, una y otra vez, en las mismas líneas de nuestra cuenta de resultados. Así vamos posponiendo la mejora en otros aspectos del negocio. Abrir el campo de juego, permitirá atender esos otros aspectos olvidados que nos permitirán crecer a dos dígitos, en lugar del 5%, y, lo más importante, a que podamos proyectar nuestra existencia como empresa a largo plazo.
Puede que algunos penséis que todo esto es fácil de decir y muy difícil llevar a la práctica. Y estáis en lo cierto.
Gestionar nuestros miedos al cambio y confiar totalmente en el potencial de nuestro equipo requiere de flexibilidad, tolerancia al error y una capacidad de proyectarse a medio plazo. ¡Nada fácil!
Desde mi punto de vista, el factor determinante a la hora de acometer este tipo de cambios es la honradez. Para que podamos dar ese salto cuántico en nuestros resultados, es esencial que haya una autenticidad: no es hablar de autonomía para animar al equipo, se trata de dar realmente esa capacidad de decisión. Es imprescindible que confíes en tus colaboradores, les acompañes y les dejes trabajar. Si no lo puedes hacer —por los motivos que sea— te invito a que no hagas inventos extraños y que sigáis con vuestra dinámica habitual. Siempre es mejor crecer un 5% anual que perder la confianza de tu equipo porque sienten que les has embarcado en un viaje en el que no creías.
Este cambio, obviamente, requiere de una capacitación, del uso de unas herramientas adecuadas y de un entrenamiento concienzudo para que sea realmente efectivo. No digo que sea sencillo, sí digo que vale mucho la pena.