En las últimas semanas, muchos participantes en mis entrenamientos me han comentado lo útil que les ha resultado “el silencio” como herramienta para gestionar los conflictos, ya sea con sus colaboradores, sus equipos, sus clientes o, incluso, en su vida privada.

El conflicto es consustancial a las relaciones. Cada persona tiene un mapa de la realidad y vive los acontecimientos desde esa interpretación subjetiva. ¡No existe la objetividad!

La principal fuente de los conflictos radica en el choque de diferentes necesidades personales desde la particular perspectiva de la realidad de cada uno.

En los conflictos siempre hay oportunidades de aprendizaje y progreso. Así que cierta dosis de conflicto es necesaria para innovar, emprender, trabajar en equipo o convivir con los demás. La cuestión es cómo gestionarlos para que sean productivos en lugar de perjudiciales.

Dado que los conflictos, por definición, tienen lugar entre personas, cualquier actividad en la que haya comunicación está sujeta a posibles choques. En consecuencia, la gestión de los conflictos está íntimamente ligada a la comunicación.

La comunicación es una actividad relacional compleja en la que intervienen múltiples factores y parámetros (emisor, receptor, mensaje, canal, código, ruido, barrearas, contexto, etc.).

Como es sabido, muchos conflictos surgen de la falta de claridad en la comunicación y de una gestión poco eficiente de las emociones de los participantes.

Existen ciertos factores en la comunicación que potencian los conflictos. Las actitudes defensivas, la saturación del canal con mucho ruido o un exceso de carga emocional, aumentan exponencialmente la probabilidad de que un conflicto escale y genere malestar y dolor, llevándonos a lugares indeseados.

Por ejemplo, cuando estamos inmersos en la argumentación y contraargumentos en lugar de estar atentos a lo que se dice y lo que no se dice, vamos saturando el canal de comunicación con un exceso de palabras que no aportan nada significativo y que, en no pocas ocasiones, generan malentendidos que “contaminan” el proceso comunicativo.

La experiencia me ha demostrado que el silencio es una herramienta muy poderosa para encauzar de un modo productivo los conflictos (que se obtengan acuerdos que satisfagan total o parcialmente a las partes implicadas).

Por otra parte, he podido comprobar que el silencio nos incomoda, lo interpretamos como una falta de cortesía, de correspondencia con el otro o de empatía. Parece que hay una norma no escrita: cada palabra o frase que diga mi interlocutor ha de tener su correspondiente “respuesta” verbal por mi parte.

En realidad, el silencio es una forma de comunicación en la que no hay lenguaje verbal y, sin embargo, está cargada de significado.

El silencio abre espacios para la reflexión y no ayuda a escuchar de una forma mucho más activa y profunda. Amplía nuestro mapa de la realidad y nos ayuda a ser más empáticos. Reduce la saturación que produce el exceso de palabras en el canal de comunicación y permite que afloren nuevos significados.

En definitiva, el silencio es una herramienta muy potente para encontrar nuevas posibilidades y oportunidades de entendimiento, acercamiento y acuerdo.

Por todo ello, te propongo que cuando estés viendo venir un conflicto utilices el silencio en lugar de los argumentos.

Te ofrezco cuatro pasos para que puedas experimentar la efectividad del silencio:

1) Ante un posible conflicto, primero piensa en si lo que vas a decir es realmente importante y si va a ayudar a gestionar el conflicto latente de un modo positivo.

2) Si lo que vas a decir no es importante, sino más bien se trata de una respuesta impulsiva (como si fuera un acto reflejo), opta por el silencio.

3) No dejes que te venza la incomodidad. Recuerda que en realidad estás en silencio porque quieres escuchar profundamente para ir más allá de las palabras impulsivas. Estás haciendo un esfuerzo por empatizar con la otra persona. ¡Es un acto de generosidad!

4) Deja que fluya la comunicación: tú mismo sabrás cuándo es el momento de interrumpir el silencio para que broten las palabras; unas palabras que serán más reflexivas, comprensivas y resolutivas.

Pruébalo en los próximos días. Crea contextos para practicar estos pasos, ya sea en tu trabajo o en tus relaciones personales. Verás cómo en la mayoría de las ocasiones los momentos de silencio te ayudarán a gestionar mejor tus impulsos y a tener una comunicación mucho más efectiva.

En Cuántica Consulting te asesoramos, entrenamos y acompañamos para que puedas poner en práctica herramientas poderosas y experimentadas para mejorar tus relaciones y tus resultados.