Como dijo aquel: “las palabras se las lleva el viento” y así es, al final la última palabra la tienen nuestras acciones. Sin embargo, cuando debemos actuar en entornos colaborativos o cuando tenemos a nuestro cargo a otras personas la acción, en ocasiones, se antoja especialmente vertiginosa, ¿verdad? Muchos habréis experimentado esa sensación que ataca por la espalda, y nos envuelve en una atmósfera de incertidumbre cuando uno ha de tomar una decisión complicada. No hay que desesperar, la realidad es que es natural y que debemos convivir con ello.

En un Mundo en Continuo Cambio Creativo se ha de tomar decisiones con fluidez para no quedarse atrás. Con esto no quiero decir que el análisis no sea necesario, pero debemos calibrar cuánto espacio le concedemos. Existe la falsa creencia de que cuanto más tiempo dedicamos a analizar mejor decidimos. Sin embargo, esta percepción puede degenerar en inactividad,  justo el efecto contrario que se esperaba. Esto se debe a que la reflexión es adicta al tiempo, cuanto más tiempo tiene más analiza y más cómoda se siente chapoteando en sus remansos de pensamiento. Ante esto, no hay otro remedio que educarse a uno mismo para no dejarse llevar por la reflexión desmedida y pasar a la acción cuando sea el momento.

Igualmente, es importante entender que la reflexión puede y debe aparecer en distintos momentos. Tras el acto viene la revisión de aquello que emprendimos. Medir su alcance y evaluar sus resultados para volver a actuar, pero esta vez con una versión mejorada de la ejecución. No debemos concebir el análisis como un acto aislado que tiene lugar al inicio y desaparece para siempre. Al contrario, hay que volver a la reflexión las veces que sean necesarias, pero en su justa medida para afinar al máximo la acción. Es más importante medir cuánto duran nuestros periodos de análisis que controlar cuántas veces nos concedemos un espacio para reflexionar. Los actos intensos de reflexión que se dilatan durante un periodo largo acaban paralizando porque demandan más tiempo; mientras que los actos de reflexión con una duración controlada y repetidos en distintos momentos constituyen una herramienta poderosa para ser más eficaces. De lo contrario, viviríamos, de hecho algunos ya lo hacen, en un estado continuo de análisis que aviva sus dudas para finalmente no mover ficha.

El líder aquí se encuentra ante un reto importante para no quedarse inmóvil. Aunque, no debemos obviar que también hay líderes a los que les cuesta reflexionar porque se encuentra cómodos en la acción impulsiva y, por lo tanto, necesitan realizar el proceso inverso. Tanto si se tiende a actuar sin control como si se tiende a reflexionar hasta la extenuación, te convendría plantearte esta pregunta: ¿existen herramientas para gestionar los periodos de reflexión y su frecuencia, estimular la acción y encontrar una dinámica productiva de acción-reflexión? Nuestra respuesta es clara: sí. Existen herramientas para equilibrar el proceso de toma de decisiones y dominar la dupla acción-reflexión para ser atrevidos en la acción y productivo en la reflexión.